Hace veinticinco años, si su médico le dijera que tenía diabetes, podría ser un momento que le destrozaría la vida. La diabetes, por su naturaleza inherente, o llámese simple coincidencia, desciende sobre las personas cuando tienen cincuenta y tantos años. Si era una persona muy exitosa o alguien que luchaba por llegar a fin de mes, en términos médicos, no había opciones. No pasaría mucho tiempo antes de que estuvieras confinado a la rutina de "la píldora y la jeringa". Y esperando lo mejor. En el peor de los casos, podrías murmurar: "¡Qué molestia!" y sigue con tu vida, o lo que queda de ella.

Los tiempos han cambiado ahora. Atrás quedaron los días en que el mundo comenzó y terminó con lo que sucedió en los EE. UU., el Reino Unido y posiblemente en un par de países europeos. El mundo es hoy una aldea global. La tecnología de la información ha extendido sus tentáculos por todas partes. Y, si la ciencia médica no ha alcanzado el éxito ilusorio que esperaba, ciertamente no es por falta de intento. Una de esas enfermedades es la diabetes. Después del descubrimiento de la insulina en 1921, no se ha introducido ningún tratamiento nuevo o que valga la pena en casi cien años.